EL AROMA DE
LA LITERATURA
La editorial
Errata Naturae rescata, para los amantes de la literatura, y la rusa en
particular, la edición de Crónica de
una silencio, de Lidia
Chukovskaia, Traducido impecablemente por Marta Rebón, al igual que los
otros dos textos de la autora: Sofía Petrovna e Inmersión.
En esta
ocasión nos presenta un testimonio
desolador acerca de la persecución a
escritores en los años setenta. El texto de Lidia Chukovskaia es una
muestra más de la esquizofrenia de un régimen que, no sólo intentó acallar la
voz de todos aquellos que disentían con sus principios, sino también manipular
a los escritores para que sus creaciones se acomodaran a los intereses de la
sociedad soviética. Para ello se creó en 1934, por iniciativa del Comité
Central del Partido Comunista, la Unión de Escritores Soviéticos, órgano
burocrático del que Maxim Gorki fue el primer presidente.
El testimonio de la autora no tiene desperdicio. El retrato que hace del
ambiente, la mediocridad y la sumisión
de muchos de los escritores empleados en el organismo es escrupulosamente
detallado. Con trazo firme y claro, muestra la servidumbre de la Unión de
Escritores en aras de unos ideales soviéticos (que estaban muy alejados de la
autonomía y la libertad de expresión). Nos muestra también la arbitrariedad a
la hora de calificar de antisoviético todo aquello que molestaba o se alzaba
con voz propia, o mínimamente crítica al protocolo y estatus establecido para
los escritores. Lidia Chukovskaia desgrana una seria reflexión acerca de los límites
que el escritor debía aceptar, la sensación de culpabilidad, en algunos
casos, por aceptar la extirpación de la memoria a la que la sociedad soviética
era sometida, por silenciar las detenciones, los crímenes, las condenas a
trabajos forzados a las que fueron sometidos muchos de sus congéneres y hablar,
en definitiva, de los logros del socialismo y no de los errores como si nada
pasara. ¿Cuál era el límite hasta donde podía aguantar un escritor? ¿Y hasta
dónde atreverse a escribir sobre la mentira? La autora describe cómo ella misma,
con sus escritos, se siente como una calculadora ante las concesiones que debe o
no hacer para poder publicar otros textos, hasta que, sintiéndose que mantenía “una lucha casi silenciosa, en la que ya no
era aplicable la aritmética” se jura así misma: “prefiero no decir nada sobre
una víctima asesinada que mantener la boca cerrada sobre su muerte al narrar su
biografía. ¿Es la decisión correcta? ¿Es equivocada?”.
En Crónica de un silencio, Chukovskaia aporta datos y detalles muy
esclarecedores acerca de los procesos
que se siguieron en las sesiones de expulsión
de autores como Solzhenitsin. Vladímir Kornílov o Lev Kópelev, además del de
ella misma en 1974. Un proceso de expulsión que además suponía la no
publicación de sus libros o artículos en ningún medio escrito de toda la Unión Soviética.
Chukovskaia cuenta cómo los autores censurados publicaban en samizdat (distribución ilegal de escritos
inéditos durante el periodo soviético posterior al Deshielo) y cómo, a causa de
las prohibiciones, igualmente proliferó el tamizdat
(ediciones de autores emigrados que llegaban de contrabando desde el
extranjero). En el libro se mencionan además detalles del mundo literario de la
época. Se incluyen recuerdos y anécdotas sobre grandes poetas y escritores como
Anna Ajmatova o Boris Pasternak, se explica la consideración literaria como
crítico y escritor de cuentos para niños de su padre, Kornei Chukovski, y describe su entrañable
relación con el autor de Archipielago Gulag, con el que compartió, antes del exilio, la dacha de su
padre, en Peredélkino, la colonia de autores cercana a Moscú.
En esta crónica, la autora repasa su
propia creación literaria, haciendo mención y autocrítica a algunos de sus
escritos y en especial a la novela Sofía Petrovna que circuló en samizdat
y no fue publicada en Rusia hasta el año 1988. Del vergonzoso proceso al
que fue sometida por sus colegas, a edad ya madura con graves problemas de
salud y la vista muy deteriorada, se desprende, sobre todo, no sólo su amor por la escritura y el oficio,
sino el respeto y admiración al
mundo literario. Y así dice: “El aroma
de la literatura es similar al de la fraternidad (y al del bosque que rodea la
casa)”. De igual forma, en la
carta abierta que escribe a Mijáil Shólojov, autor de El don Apacible , le
señala: “piense en el
significado de la literatura rusa. Los libros de los grandes escritores rusos
enseñaron y enseñan a la gente no de manera simplista, sino profunda y sutil,
mediante un variado análisis social y psicológico, a penetrar en las complejas causas
de los errores humanos, las transgresiones, los crímenes, las culpas. En esa convicción
radica el significado humanizador de la literatura rusa.”
Encomiable el trabajo de traducción realizado por Marta Rebón y el singular complemento
del glosario realizado por Ferran Mateo. Crónica de un silencio incluye también en los anexos la
carta a Shólojov, el artículo La ira del pueblo, que Chukovskaia entregó
a un periodista americano para que pudiera publicarse fuera de Rusia, y uno de
los motivos que aceleraron su expulsión de la Unión de Escritores Soviéticos.
Próximamente, Errata Naturae publicará también las numerosas conversaciones y
vivencias que, durante más de veinte años, mantuvo la autora con Anna Ajmatova.
Crónica de una silencio es uno de esos libros que nos
permiten conocer la adoración tan
inmensa que en Rusia existe por los poetas y escritores, Chukovskaia lo
muestra en numerosos ejemplos a lo largo de todo el libro, al igual que los
innumerables padecimientos que sufrieron muchos de ellos y el silencio al que
se vieron sometidos desde los primeros años de la revolución de octubre hasta
bien entrada la época postsoviética. Son los versos de Mandelstam la clave con
la que la autora de estas páginas nos lo muestra en su artículo La ira del
pueblo, incluido en el libro:
Vivimos sin sentir el país a
nuestros pies,
nuestras palabras a diez pasos no se oyen.
Y cuando osamos hablar a medias
siempre evocamos al montañés del Kremlin.
Quienes gusten de conocer las circunstancias
creativas en las que se desarrolló la vida literaria de conocidos escritores rusos, encontrarán
en esta crónica un material de enorme valía para disfrutar con el detallado recuento de Lidia Chukovskaia.
Lourdes Rubio, viajera, periodista y crítica literaria.
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