Ayer, Jordi Doce, nos regaló una atmósfera cómplice y serena.
La poesía, dijo, "es sonido que significa y sentido que suena".
Nos regaló la lectura de su poemario "No estábamos allí" (editorial Pre-Textos), nacido como respuesta al desconcierto y preprejidad que corresponde al estado actual del mundo. En él desarrolla una poesía elegante, tocada por un juego narratístico que envuelve a personajes en tránsito, sumidos en un viaje hacia no sé sabe dónde. En un diálogo... entre lo subjetivo y lo objetivo.
La poesía, dijo, "es sonido que significa y sentido que suena".
Nos regaló la lectura de su poemario "No estábamos allí" (editorial Pre-Textos), nacido como respuesta al desconcierto y preprejidad que corresponde al estado actual del mundo. En él desarrolla una poesía elegante, tocada por un juego narratístico que envuelve a personajes en tránsito, sumidos en un viaje hacia no sé sabe dónde. En un diálogo... entre lo subjetivo y lo objetivo.
Su trabajo como crítico literario, ensayista y gestor cultural lo posicionan frente a la tiranización de la inmediatez, reclamando la necesidad de serenarnos, pararnos para poder tomar distancia y juzgar la realidad desde un criterio propio, sin dejarse arrastrar por el ruido que acalla a la creación.
Fue una tarde hermosa.
Gracias a todos por compartir esta lectura, y felicidades al Departamento de Lengua del Ies Violant de Casalduch por impulsar encuentros literarios con notables poetas desde hace 20 años.
Y gracias a Jacinta Negueruela por conducir la presentación.
Éstas fueron sus palabras:
En
estos tiempos nuestros en los que la experiencia del recuerdo, de la memoria no
resulta atractiva para muchos individuos, grupos sociales, medios de comunicación
y que, incluso algunas corrientes de la Psicología contemporánea invitan a
permanecer en un presente, un “ahora” congelado, suspendido de un implante a la
manera de un Nexus replicante de la gran película Blade
Runner, entonces viene el Arte, el arte eterno, a subrayarnos una y
mil veces, que no somos sino memoria y que nuestro viaje, indefectiblemente,
avanzará sólo a partir de lo que dejamos atrás.
Para
Marcelo Mastroianni, “los recuerdos son un punto de llegada”.Y así comienza este
poemario, con un primer poema titulado “Entonces”, adverbio de tiempo que nos retrotrae
al pasado lejano, y un título en pretérito imperfecto de indicativo No estábamos allí, imperfecto porque la vida sigue
inacabada y sigue plena, dolorosa, intensa, a veces trágica, siempre misteriosa,
recogiendo con esmero, con delicadeza, con un prurito de nostalgia, duda y esperanza,
gran parte de lo que fuimos, de lo que siempre seremos y de lo que hoy somos.
Este
libro es, desde mi lectura, la historia de un viaje, el viaje de la vida, tal
vez ese viaje que empezamos a recomponer cuando nos sentimos en su segunda
mitad, ya puesta la mirada también hacia el final. Y de ese viaje, nuestro
poeta ahonda en su íntimo y profundo diálogo con la naturaleza, poema que destaco
muy significativamente, titulado “Piedra”:
Vine para estar cerca de la piedra […] /y desciende aquí, donde no hay camino,/vistiendo
mis ropas y hablando en mi nombre./
“No
estábamos allí”, es verdad, pero ya existía el mundo, nuestra Europa amada, los
mil caminos transitados, otras voces y otros ojos que nos precedieron dibujando
otro tiempo.
Hay
también en su escritura cierto aura enigmática, como si las cosas se contaran
sin ser del todo desentrañadas, como si el tiempo escondiera una parte del
rostro de aquello que acontece. Hay ese misterio que sabemos nunca se desvelará
del todo, como si un tiempo mítico no surgiera más que de un mundo mítico.
No
puedo olvidar tampoco esa narratividad de marcado acento poético que atraviesa
el poemario y encuentra su cumbre en el poema “Notas
a pie de vida”, así como la tercera y última parte del
libro titulada “Monósticos”, cuyo último verso “Así empiezan
los cuentos: un viajero regresa a casa” nos
otorga esa llave que abre a un texto misterioso, cálido, presencial y cósmico a
la vez.
Quisiera terminar con una definición que
siento como un regalo del poeta al lector y ante la que me acerca una profunda
comunión: “Vida es lo que se
deja interrogar”.
Muchas
gracias."
Fue una tarde hermosa.
Gracias a todos por compartir esta lectura, y felicidades al Departamento de Lengua del Ies Violant de Casalduch por impulsar encuentros literarios con notables poetas desde hace 20 años.
Y gracias a Jacinta Negueruela por conducir la presentación.
Éstas fueron sus palabras:
"Decía
Juan Goytisolo que “la escritura es el camino que dejamos atrás”.
También
en ese viaje de la vida y por la vida son importantes los encuentros de lugares
y personas, siempre con la conciencia lúcida, profundamente lúcida, de que
mucha vida nos precedió y con nuestro pasar sentiremos el milagro de recrearla
y comulgarla.
Este
es un libro que subraya lo que el método científico, al decir de muchos pensadores,
jamás podrá explicar: el fluir de la vida y su respiración.
Decía
Cartier-Bresson que su fotografía se movía entre un momento y la eternidad.
Jordi Doce, otra vez, como hacen los verdaderos poetas, nos ha mostrado el
rumor del tiempo.
Observo
igualmente el peso de la plástica del paisaje cubriendo la mayoría de los
poemas y me fascina el apóstrofe casi continuo, esa llamada a un Tú innominado,
presente en su ausencia, que se hace muy especialmente poderoso en el poema
titulado “Fábula”. Es mi poema
favorito, con una estructura circular muy original y una semántica poderosa: Porque el cielo se había parado/tu sombra se juntó con tu
cuerpo/Porque el tiempo se había parado/tu cuerpo se juntó con el roble/ […].
No hay comentarios:
Publicar un comentario